Luis Zamorano Díaz, hijo de Higinio y de Mercedes, desde chiquitito ya con el remoquete de su padre, «Pisqui», nació, entre aires revueltos cargados de ventisca, el día 4 de marzo de 1955, en un pueblecito llamado Piedralaves, en la cara sur de la serranía de Gredos, donde, en compañía de sus padres y abuelos, creció junto con sus dos hermanos, siempre correteando entre tomillos, cuidando el rebaño de cabras que era la fuente de ingresos de la familia. Hoy, siempre amigo de sus amigos, sigue rodeado de verdes arbustos, entre orquestas de trinos de aves y los cencerros de sus rebaños; amante del flamenco, también un poco artesano, trabajando retorcidos palos secos de enebro, y, ante todo, poeta, en una soledad continuada.

Este libro de poemas recoge, en una maravillosa vuelta a los orígenes, la vida cotidiana de un poeta que es pastor, y no, como muchos puedan pensar, de un pastor que es poeta, que vive, trabaja y crea en ese bello rincón que es Piedralaves, en el corazón del valle del Tiétar.

A través de sus sentidos poemas observamos cómo el progreso y la técnica nunca reemplazarán a los sentimientos y a la sensibilidad que brota de la propia Naturaleza y que el poeta interpreta para la satisfacción de todos cuantos nos acercamos a estas páginas. Un libro que nos invita a volar entre aires de libertad, de respeto al medio y de culto a la vida natural desde el ojo atento de uno de sus protagonistas.